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Limón, cachaza, azúcar y hielo. Con estos cuatro ingredientes y una dosis de paciencia
HISTORIA DEL SABOR DEL BRASIL
La historia de su ingrediente estrella, la cachaza —cacha»ca, en portugués— se abraza y confunde con la historia misma del país en el que se origina. Allá por el siglo XVI, en los ingenios de caña, lo que restaba de la producción azucarera era dado a los esclavos, que destilaban este residuo fermentado para lograr una bebida de alto tenor alcohólico. Durante los días húmedos y fríos, el duro trabajo en los cañaverales era soportable sólo gracias a la ingestión de una buena dosis de esta clase de aguardiente. El Viajero Ilustrado puede recrear la escena: hombres sumergidos en el río horas y horas, lidiando con las bateas. Mal vestidos y mal alimentados, pero jamás sin su cuota de cachaza correspondiente.
Dado su origen bajo, la elite brasileña torcía la nariz si por descuido percibía el perfume del poderoso destilado. También en beneficio de los más pobres, la misma elite ignoraba los abundantes y diversos frutos de su tierra. Porque combinando los jugos naturales con cachaza, los esclavos obtenían distintas mezclas que llamaban batidos. La que más repercusión tuvo fue el batido de limón, del que posteriormente surgiera la caipirinha.
LA RECETA de la caipirinha tal como es conocida en todo el mundo: se corta en cubos un limón (preferentemente de la variedad pequeña y verde conocida como Tahití) dejándole la cáscara, se machaca con azúcar en un mortero, luego se sirve en un vaso bajo y ancho, se agrega hielo picado, y por último se completa con cachaza de una buena marca (desde la vistosa Pitú a la delicada Velho Barreiro o la Sabor de Minas, de exportación, hay cientos de marcas y etiquetas).
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